Cuando fui testigo de cómo otra persona obligaba a mi esposa a beber un afrodisíaco y su cuerpo se volvía lascivo, me llené de ira, pero por alguna razón también me excité extrañamente... Mi mujer, que se siente como una gamba habiendo llegado tantas veces al clímax con las pollas de otros, ya no es la mujer que yo conocí. ¡Una visita obligada es ver a mi amada esposa excitándose por la polla de otra persona!