Un día conocí a Azuki, una chica fugitiva. No me sorprendió ver con qué facilidad abrió las piernas y tuvo relaciones sexuales, disfrutando plenamente de su joven cuerpo. Y ahora viven juntos. Una chica de cabello negro e impresionantes ojos grandes como de gato. Muslos blancos y regordetes. La falda corta y las medias hasta la rodilla abrazan las pantorrillas. Una habitación extraña que comparte con Azuki.