Mis dos hermanastras, con quienes mi padre se volvió a casar, tenían cuerpos atractivos. Un día terminé durmiendo en la habitación de mi hermana mayor Waka y mi hermana menor Yua, y mi deseo sexual se volvió incontrolable. Me meto en su futón y froto mi piel contra la de ellos. Las chicas se muestran reacias al principio, pero a medida que besamos y acariciamos sus pechos, se excitan claramente y empiezan a sentirlo. Su lento tanteo la hizo respirar cada vez más fuerte.