La vecina casada llegó a casa después de resistir las ganas de orinar y parecía haber perdido la llave de su casa, jugueteando delante de la puerta. Cuando me escondía y miraba, no podía contenerme y oriné mucho frente a la entrada. Cuando la mujer casada notó que la estaba mirando y tenía una expresión de vergüenza en su rostro, no pude evitar tener una erección. Cuando le quité las bragas mojadas y la lamí, el cuerpo de la mujer casada se iluminó y no podía dejar de gotear incluso cuando le insertaban la polla.